JUAN JOSÉ DIÉGUEZ.- Cantaba Celtas Cortos, “a veces llega un momento en que, te haces viejo de repente”. La educación es una de esas profesiones en las que cada nuevo curso comprendes que los tiempos siempre son más rápidos. Ves a tus “clientes” siempre con la misma edad y las comparaciones aparecen casi sin darte cuenta, son inevitables.
«La edad no es un castigo, es inevitable. Sus consecuencias son indeseadas, pero la alternativa es peor»
Somos hijos de nuestro tiempo. ¿Te convierte en viejo poder observar en primera persona el paso del tiempo? Sería una obviedad decir que intentas adaptarte, al igual que lo sería decir que llega un momento en que dices «basta». Esto es un sinsentido. Creo que es en ese mismo instante cuando te transformas en esa persona mayor que tan temida es (no deja de sorprenderme el hecho de que no se quiera admitir que eres viejo y a mucha honra).
La edad no es un castigo, es inevitable. Sus consecuencias son indeseadas, pero la alternativa es peor. Todas las contradicciones que nos han traído hasta aquí, las dudas y los miedos, nada nos prepara para ese momento en el que dejaremos de ser ¿jóvenes? Aceptación. Durante todo nuestro camino no conseguir aceptar esta sencilla palabra «viejo», y sus consecuencias es…
Un educador/profesor/enseñante debe dejar marchar a sus alumnos. A los buenos, a los malos y los mediopensionistas.
Haces las cosas con tu mejor intención y que lo que tenga que ser, sea.
Soy viejo y lo que tiene que ser, será.