JUAN JOSÉ DIÉGUEZ.-  Cuando lo que realmente importa es «qué», no sabemos qué importa , no nos dejan saber qué es lo importante. Hoy en día somos los hijos de aquellos que quieren pensar por nosotros en lugar de ver a dónde podemos llegar siendo lo que realmente somos, dioses (olvidar que cada uno de nosotros es algo único es triste).

Hoy en día ser nadie casi te descalifica, te convierte en ese Juan Nadie de la película que sólo unos pocos recordamos. Pero esos son mis héroes, aquellos que nos ayudan a ser mejores y desaparecen justo en ese momento en el que llegas a ser el mejor. Son sólo un recuerdo que no quiere ser pensado. Ser humilde es saber desaparecer y no querer ser recordado. ¿Cuántos quedan así?

A veces mis alumnos me preguntan cómo me gustaría ser recordado y se asombran cuando les digo que lo mejor que puede pasar es que no recuerden quién soy. Yo no soy humilde, pero quiero ser el que hace lo que debe y luego no ser nada más. Quiero no ser un líder, quiero ser uno más que levanta la voz cuando es necesario y luego se va. Quiero ser normal, una persona que dice quién es cuando algo tiene que ser dicho.

Vivimos unos tiempos tan complicados que ser diferente ya no es una novedad, todos quieren serlo. Vivimos unos tiempos en los que lo difícil es ser normal. Queremos ser, dejar una huella (no todos) y ser recordados. Bienvenidos aquellos que sólo quieren ser olvidados luego de hacer lo que deben. Ojalá los humildes vuelvan a ser los que dirijan el mundo para que los que pueden hacer que las cosas cambien sepan que sólo los que están dispuestos a no ser nadie son el ejemplo a seguir.

El mayor de los premios es ser olvidado porque lo que has enseñado, que lo que importa, es lo que debe ser hecho. El mayor de los orgullos es hacer y ser olvidado. El mayor de los orgullos es ser humilde. ¡Qué difícil!

Foto de Priscilla Du Preez en Unsplash