ESTEFANÍA LAYA.- “He concluido que debido al escándalo de Watergate he perdido el respaldo político necesario para gobernar eficazmente. Por lo tanto, renunciaré a la presidencia.” Así terminó Nixon su gobierno de espionaje, corrupción y abusos de poder.

Collor de Mello, al ser destapado su esquema de corrupción dirigido por su tesorero de campaña, declaró: “Soy inocente. Esta es una conspiración política. No he cometido ningún crimen.” Se fue y el Senado brasileño lo inhabilitó durante ocho años.

Fujimori en Perú, tras sobornar a políticos y empresarios, envió un fax desde Japón con su decisión: “He decidido renunciar a la Presidencia de la República por razones personales”. El Congreso lo destituyó por “incapacidad moral permanente”.

“Todo el sistema era así. Todos lo sabían. Yo no fui el único”.

Silvio Berlusconi, con múltiples escándalos, proclamó: “He sido víctima de una persecución judicial sin precedentes. Pero amo a Italia y por eso me voy.” Fue condenado posteriormente por fraude fiscal.

Ivo Sanader (Croacia), acusado de corrupción sistemática en 2009 decidió: “Mi trabajo aquí ha terminado. Es hora de abrir una nueva página.” Se marchó y luego fue arrestado y condenado por corrupción.

Bettino Craxi, tras las revelaciones de que los partidos italianos (especialmente el suyo, el Partido Socialista) recibían sobornos sistemáticos, confesó: “Todo el sistema era así. Todos lo sabían. Yo no fui el único”. Huyó a Túnez antes de ser arrestado. El escándalo destruyó la Primera República italiana.

Pedro Sánchez cuando dejó la dirección del PSOE en 2016: «Hasta aquí. La organización ha decidido otra cosa, yo decido irme (…) Al llegar a casa, Begoña me esperaba con lágrimas en los ojos, porque no entendía bien lo que había sucedido. Empecé a cobrar conciencia de la capacidad de resistencia que yo podía llegar a tener, pues se había puesto a prueba en todos los meses anteriores” (Manual de resistencia, 2019).

Y yo le pregunto desde mi rinconcito provinciano: Quo usque tandem abutere, Catilina, patienta nostra?

Foto: La primera catilinaria, Cesare Maccari (dominio público)