MANUEL RODRÍGUEZ (RODRI).- Marchó Mario Vargas Llosa. Fue una cierta sorpresa saber que en los últimos años había vuelto a Perú, a convivir con la madre de sus tres hijos. Regresó a aquella casa frente al Pacífico, ese océano que no tiene memoria; al menos eso le dice Andy Dufresne (Tim Robbins) a su amigo Red (Morgan Freeman) en ese canto a la amistad y la esperanza que es Cadena perpétua. Mario volvió al sentir el atardecer de su vida. Su vuelta evocó el canto de Rozalén: “Quiero volver al cuando, no quiero volver al donde…”. Siempre volvemos al donde, el cuando casi nunca está.
Cuando a Javier Cercas le propusieron escribir un libro sobre el Vaticano pensó en su madre, en qué ocurriría cuando muriera; quería saber si volvería a ver a su padre, ya fallecido, como ella creía. Lo cuenta en El loco de Dios en el fin del mundo (Random House), una historia que el escritor arranca definiéndose ateo y anticlerical. Cercas se fue a Mongolia con el papa Francisco para preguntarle por ese reencuentro de su padres tras la muerte. Algo muy semejante a lo que un par de décadas atrás había plantedo otra periodista, Oriana Fallaci (Florencia, Italia, 1929-2006), a otro papa, Benedicto XVI. Fallaci había preguntado por los motivos para vivir a un montón de veinteañeros norteamericanos enviados a pegar tiros a la guerra de Vietnam. Lo contó en Nada y así sea, uno más del puñado de poderosos libros que escribió. Cuando supo que un cáncer de pulmón la enviaría a la tumba Oriana se fue a Castelgandolfo. Era verano. Tras la muerte, ¿a dónde voy?, interrogó al papa alemán la mujer que se autodefinía como atea-cristiana. Ella iba a ser madre pero perdió a su hijo, un dolor desde el que alumbró otro de sus emblemáticos libros: Carta a un niño que nunca nació.
También marchó el papa Francisco. Pidió una tumba cerca de su madre, la Madonna de Roma. En una recepción en el Vaticano, una mujer argentina le preguntó a Bergoglio cómo era su trato con la Virgen. Francisco le habló de aquella joven hebrea que en una cueva de Belén fue capaz de levantar un hogar “con unos pocos trapos y una montaña de cariño”. Y enfatizó: “El cristiano no tiene derecho a ser huérfano! Tiene madre!! Tenemos madre… Una Iglesia sin María es un orfanato!”
Creyentes, ateos, agnósticos o quienes no saben no contestan siempre acaban volviendo a la madre, cada quien a su manera… My way.
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