MANUEL RODRÍGUEZ (RODRI).–  “Estoy empezando a tomar café con Ana. Que los sepas, por si oyes algo por ahí…”. Confidencia de amigo y compañero de trabajo. Después de los cafés vino el matrimonio, otros trabajos, una pareja de hijos ahora adolescentes… Aquella confidencia ocurrió cuando la espuma de los cafés estaba empezando a llenarse de dibujos de flores y corazones.

Eran cafés en sitios diversos, sobre todo en esos bares junto al mar de los que tanto gustaba Nicolás Guillén (Camagüey, 1902-La Habana, 1989): “Amo los bares y tabernas / junto al mar, / donde la gente charla y bebe / sólo por beber y charlar. / Donde Juan Nadie llega y pide / su trago elemental, / y están Juan Bronco y Juan Navaja / y Juan Narices y hasta Juan / Simple, el solo, el simplemente / Juan”.

Juan Simple sigue siendo asiduo de los bares, aunque no estén junto al mar. Él solo, el simplemente Juan… Con su móvil. Ellos y ellas, cafeteros solitarios, quedan a tomar café… con su teléfono. Tiempo atrás esos cafés sin dibujos ni galletitas eran edulcorados por las confidencias. Eran, sostenían sus partidarios, como ir al psicólogo “y me sale mucho más barato”.

Ahora el ChatGPT sale gratis, no tienes ni que invitarle al café, y hay quienes tratan también de convertirlo en psicólogo. Enorme error. “Por qué ChatGPT no puede sustituir a un psicólogo: «Le falta algo básico en una relación terapéutica, el componente humano»”. Así lo contaba Tamara Montero en La Voz de Galicia(5/4/2025) dando voz a los expertos que alertan de esos ya millones de personas que le cuentan cuitas, emociones y estados de ánimo al nuevo invento.

Falta esa humanidad desbordada en lugares, quizá cada vez más, en los que las conversaciones alrededor de unos cafés siguen siendo terapéuticas. Bares y cafeterías donde grupos de personas charlan, sin más. “Allí la blanca ola / bate de la amistad; / una amistad de pueblo, sin retórica, / una ola de ¡hola! y ¿cómo estás?”, escribía Guillén. Espacios donde las risas generan miradas de melancolía en cafeteros solitarios que, a veces, levantan la cabeza del móvil… si no llevan cascos que les impida escuchar las risas. Esa humanidad de los bares llevados por gentes acogedoras, hosteleros que cuelgan en su fachada reflexiones para sus posibles clientes: “¿¿¿y a tí cómo te gusta el café..???…Contigo..”