ERNESTO LÓPEZ-BARAJAS.-  Algunos sábados, salgo relativamente pronto de casa por la mañana. Me suelo cruzar con una barrendera y un barrendero a los que les doy los buenos días y les agradezco su trabajo. Lo hacen bien pese al frío de Valladolid: estaba asqueroso de la movida del viernes y en media hora lo han dejado reluciente.

Otros días después de recorrer unos 500 km llego cansado por la noche y cargo el depósito en una gasolinera. Te sirven con alegría. También les gradezco su trabajo y nos deseamos las buenas noches. Igual hasta nos contamos un chiste.

Últimamente he tenido que ir con frecuencia al hospital. Me he encontrado con muy buenos profesionales y de buen corazón, que me atienden con una sonrisa, que se nota que les importo, que no soy un número, uno más de los muchos diarios que tienen que ver.

No siempre ni todos son así, pero hay bastantes. Mas de los que parece. Son gente que tienen un corazón bueno. Hacen que se multiplique el bien y que el mal permanezca delimitado. Ese buen corazón les permite entender las razones de los demás y asumir su punto de vista, y después tratar de perdonar, les dispone de un modo positivo ante cualquier persona o evento, a ser agradecidos y les ayuda a ser felices. Conocer a una persona buena es un don de altísimo valor porque no es difícil querer a las personas así.

 El ser buenos también se entrena: día tras día, buscando con cuidado lo bello y el bien que pasan a nuestro lado, dirigiendo la mirada hacia la parte positiva de los demás, dejar pasar la molestia de sus pequeños errores y dando las gracias por sus servicios.

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