ERNESTO LÓPEZ-BARAJAS.- Hace poco XL Semanal abordó con crudeza el drama del suicidio juvenil, una herida que crece silenciosa. Jóvenes que, pese a tenerlo “todo”, se sienten vacíos, solos y sin rumbo. Duele constatar que muchos de ellos no mueren por falta de medios, sino por falta de sentido. Enhorabuena a la unidad de la policía nacional que logra llegar a tiempo y salvar algunas de esas jóvenes vidas. Supone, un punto donde apoyar cierto optimismo.
Este vacío existencial ha sido advertido también el domingo de la JMJ por León XIV en su mensaje a los jóvenes: “cuando el instrumento domina al hombre, el hombre se convierte en un instrumento: sí, un instrumento de mercado y a su vez en mercancía. Sólo relaciones sinceras y lazos estables hacen crecer historias de vida buena (…) Cuán difícil es encontrar una amistad auténtica. Hace siglos, san Agustín captó el profundo deseo de nuestro corazón, es el deseo de todo corazón humano, aun sin conocer el desarrollo tecnológico de hoy. También él pasó por una juventud tempestuosa; pero no se conformó, no silenció el clamor de su corazón. Agustín buscaba la verdad, la verdad que no defrauda, la belleza que no pasa. Y ¿cómo la encontró? ¿Cómo encontró una amistad sincera, un amor capaz de dar esperanza? Encontrando a quien ya lo estaba buscando, encontrando a Jesucristo. ¿Cómo construyó su futuro? Siguiéndolo a Él, su amigo desde siempre”. Palabras que han sonado con fuerza. La modernidad ofrece libertad, pero no propósito; conexiones, pero no comunidad; placer, pero no felicidad duradera.
Necesitamos recuperar el valor de la vida como don, como llamada a amar y ser amados. Urge ofrecer a los jóvenes algo más que logros o likes: una razón profunda para vivir, luchar y esperar. Que no tengan que buscar en la muerte lo que no encuentran en la vida.
Ese domingo, al ver la reacción de casi un millón de jóvenes, creció definitivamente el optimismo.
Foto de Tim Mossholder en Unsplash