JUAN DOMENECH.- Afirmaba un poeta romano que las riquezas son para la mayoría el deseo principal, lo más pedido en todos los templos. A caballo de nuestros impulsos, corremos el riesgo de aspirar a vivir para disfrutar atractivos viajes, deliciosos restaurantes, ropas, coches, nuevas experiencias…
Aunque se nos hace pensar que la mucha prosperidad, el confort y el poder de gasto son la clave de la felicidad, sabemos por experiencia que no es así. La verdadera alegría de las personas más bien se mide por la profundidad y la autenticidad de sus relaciones con los demás. En ellas es donde reside la auténtica riqueza. No se equivocó Tolstói, al escribir en su novela La Felicidad Conyugal, que “en la vida sólo hay un dicha cierta: vivir para los demás”.
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